Apple quiere diversificar su producción más allá de China. No lo va a tener nada fácil
No hay imperio que se levante en cien días. Ni tampoco imperio que se pueda mudar de la noche a la mañana. Apple y China dejan un ejemplo bastante paradigmático. Sus nombres llevan ligados desde hace cerca de dos décadas en una relación “win-win” de la que ambos han sacado un balance más que provechoso: los de Cupertino se beneficiaban de costes de fabricación competitivos y un vasto mercado mientras el gigante asiático ha visto cómo se desarrollaba dentro de sus fronteras un interesante ecosistema empresarial que, entre otras virtudes, genera miles de empleos. Hoy las viejas bondades de China ya no son sin embargo tan bondadosas para Apple. El problema — advierten los analistas — es que cambiar de estrategia y diversificarse hacia otras latitudes de Asia no será tarea sencilla ni algo que se pueda despachar de la noche a la mañana. ¿De dónde venimos? De una buena simbiosis, por tirar de metáfora biológica. Apple lleva fabricando en China desde poco después de que Tim Cook se unie