El debate que viene para la industria del coche: rechazar a Apple y Google o arriesgarse a perder control
En 2016, Apple Pay llegó a España. Solo a un único banco, el Santander, que se marcó el tanto de un año de exclusividad para un mercado tan goloso como el de los early adopters de Apple. Otras entidades deslizaron que las condiciones que imponía Apple eran "inaceptables" , y algunas, como ING, insistían en su propia plataforma, Twyp. No mucho después, toda la banca española acabó integrando Apple Pay; y las propuestas alternativas como Twyp pasaron a mejor vida . Se repitió el guión de algo que había ocurrido de forma similar con las telecos españolas en los primeros años del iPhone: estaban acostumbrados a tener un control que Apple les negaba de forma absoluta. Lo tomas o lo dejas. Vendes mi teléfono bajo mis condiciones o se lo ofrezco a Vodafone. La industria del coche, con sus singularidades, va a ser la próxima en plantearse hasta qué punto les interesa aceptar que Apple y Google tomen el control de lo que ocurre en sus vehículos. Y habrá un nuevo dilema: pasar por