«No Man’s Sky»: sufriendo en la oscuridad

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Hace tres años se dio a conocer un proyecto que iba a romper moldes. Un pequeño estudio independiente de tan solo 15 empleados, Hello Games, tenía en sus manos el destino de una aventura espacial muy ambiciosa. Pasó a ser ejecutor de un cambio de paradigma en este sector, el del ocio electrónico, que busca constantemente nuevas formas que explorar. Y de ahí surgió «No Man’s Sky», el que estaba llamado a ser el videojuego más grande de todos los tiempos. Es una alegoría del universo. Una aparente muestra de los viajes astrales al otro lado del firmamento. Y como tal seduce a las primeras de cambio. Era aquello que todo el mundo en su pequeño mundo soñaba desde pequeño, pero el resultado ha sido algo más difuso. Este título, disponible para PlayStation 4 y Windows PC, arremete con fuerza el deseo de vivir en primera persona lo que conlleva ser un astronauta en su afán de descubridor de planetas. Y eso es básicamente lo que hace el juego. Tras un comienzo algo extraño en el nos encontramos en un planeta desconocido el jugador debe reparar su nave para poder proseguir su viaje. Dada la estructura jugable de «No Man’s Sky», en el que se centra sobre dos pilares básicos (exploración y recolección de elementos y objetos), asumimos el rol de un ser vivo (nunca vemos nuestra imagen) en una ardua tarea de localizar los elementos necesarios para acometer tal fin, que por cierto se agotan enseguida (uno de los apartatos más engorrosos). El objetivo es simple: hay que sobrevivir a toda costa. Y para ello, hay que luchar por obtener recursos, contra una fuerza opresora, contra los cazadores de recompensas. De primeras, uno tiene un desconsolado sentimiento de soledad porque todo lo que se encuentra a nuestro alrededor es nuevo. Y diferente. Pero tenemos que avanzar. Debemos localizar y extraer diferentes materiales (Plutonio, Tamio9, Heridio...) que se encuentran a lo largo y ancho de la zona, en la vegetación o las rocas. Con una herramienta que nos facilitan al comienzo del juego, uno debe extraerlo e incorporarlo a su inventario. Al principio lleva algo de tiempo, pero conforme se juega uno cae en la cuenta de los materiales que se necesita y dónde encontrarlos. La mochila que portamos es, y esto es una situación dolorosa, muy limitada. Con ella podemos activar un propulsor y almacenar los materiales necesarios para alimentar desde la nave, el traje, el soporte vital o la pistola. Y hay que aprender a dosificar y gestionar la recolección en función de las necesidades, por ejemplo, para utilizarlo en caso en el que se deteriore el traje y los agentes externos comiencen a hacernos la vida imposible. Para viajar a los nuevos sistemas planetarios se requiere una actualización del sistema impulsor de la hipervelocidad, que para lograrlo hay que combinar determinados elementos y crear células de energía óptimas. Y, luego, subirse al carro para emular a todo un Halcón Milenario. Además de haber parido un vasto universo nunca antes visto en la industria, la gracia del juego es la tecnología utilizada. Es algorítmica y procedural. Se genera de una forma aleatoria para recrear el universo. Supone un gran logro técnico. Pero las matemáticas, en este caso, sí fallan, puesto que se producen saltos a nivel gráfico, se genera unos planetas que da la sensación que tienen los mismos elementos y, una vez realizadas las diferentes acciones de recolección, uno se sumerge en una sensación de agonía injustificada y una profunda fase de decepción, sumado a unas básicas mecánicas de juego. que dan como resultado un estilo de juego escasamente profundo o gratificante. La nave permite viajar en esa búsqueda por localizar planetas, muchos de ellos inhóspitos y sin la presencia de todo signo de vida. En algunos de ellos aparecen lo que denominan centinelas y nuestro objetivo, en efecto, es sobrevivir. Porque la supervivencia es casi la tarea permanente, más incluso que la exploración. Y todo eso aunque no se trate de un juego de disparos convencional, aquí uno puede disparar. Estamos ante una oportunidad de explorar más de 18 trillones de planetas, que se dice pronto, y depende del lugar en el que caigamos (por gracia y obra del azar) uno se encontrará con una cosa u otra. Todo el juego se mueve con calma. Con tranquilidad, con pausa y un cierto regusto. Es como una sobremesa. Intentas comenzar fuerte pero, luego, tienes que tomártelo de otra forma porque el tiempo de después puede ser mejor que el del principio. Pero en este caso no se cumple a raja tabla y, posiblemente, muchos videojugadores acostumbrados a la acción y al dinamismo propio de otros juegos encuentren un gran vacío en «No Man’s Sky». A nivel gráfico, eso es arena de otro costal. Texturas vacías, renqueantes incluso borrosa es una constante, con patrones visuales repetitivos, formaciones rocosas y orografías casi idénticas entre algunos planetas explorados.

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