Udio cerró frentes con Universal. Acto seguido los creadores se quedaron sin poder descargar sus propias canciones de IA

Udio cerró frentes con Universal. Acto seguido los creadores se quedaron sin poder descargar sus propias canciones de IA

Las aplicaciones de música generativa han conseguido algo que parecía impensable hace unos años: permitir que cualquiera, con apenas dos indicaciones, pueda producir canciones completas con voces, arreglos y estructuras que pueden llegar a sonar sorprendentemente reales para la mayoría de quienes las escuchan. Esa experiencia, que se presenta como mágica y accesible, tiene una cara mucho menos visible, ligada a cómo se han entrenado esos modelos y a sus implicaciones legales. Muchas de estas plataformas han recurrido a grandes volúmenes de contenido disponible en la web, a menudo protegido por derechos de autor, para construir sus sistemas. El usuario disfruta del resultado, crea y comparte, hasta que un cambio legal, un acuerdo o una demanda transforma la herramienta y la experiencia deja de ser la misma.

Hasta hace apenas unas semanas, Udio era uno de los servicios que mejor representaba esa promesa de creatividad instantánea. Había conseguido atraer tanto a curiosos como a músicos experimentados gracias a su sistema sencillo, a las herramientas para extender, mezclar o rehacer canciones y, sobre todo, a la posibilidad de descargar los temas para usarlos fuera de la plataforma. Nada hacía pensar que ese modelo estaba a punto de cambiar. El primer indicio llegó cuando la compañía empezó a hablar de una “fase de transición” vinculada a nuevos acuerdos con discográficas. No detallaba aún qué iba a pasar, pero dejaba claro que la plataforma estaba entrando en una etapa distinta.

El día que desapareció el botón de descarga. La confirmación llegó cuando Udio anunció que, como parte de su transición, las descargas de audio, vídeo y stems quedarían deshabilitadas durante varios meses. Era una función que muchos consideraban esencial, pero ahora solo podían reproducir sus creaciones en Udio y compartirlas mediante enlaces de udio.com. A cambio, la empresa comunicó un aumento de créditos y más capacidad de generación, aunque eso no compensaba la sensación de pérdida. El mensaje era claro: las canciones seguían existiendo, pero ya no salían del jardín amurallado.

Public Music

Warner y Universal eligieron un camino diferente al de la confrontación judicial: convertir a Udio y Suno en socios en lugar de adversarios. Universal firmó acuerdos para que la próxima versión de Udio se base en música licenciada y ofrezca a los artistas nuevas vías de ingresos, mientras Warner hizo lo mismo con Suno y, además, vendió la plataforma Songkick para incorporarla a ese nuevo ecosistema. Las discográficas pasaban de denunciar a colaborar, con una condición clara: al menos en el caso de Warner y Udio, los artistas y compositores tendrían la posibilidad de decidir si su voz, su imagen o su estilo podían formar parte de las creaciones generadas por IA.

De demandados a socios. Una vez que el contenido queda dentro del espacio legal, lo relevante no es solo que se hayan firmado acuerdos, sino cómo han cambiado las prioridades de la industria. Hace un año el objetivo era sentar a las plataformas de IA en el banquillo por usar música protegida para entrenar sus modelos. Hoy, una parte creciente del sector ha entendido que puede ser más rentable integrarlas que frenarlas. El movimiento no elimina los conflictos legales, pero abre la puerta a un modelo en el que las discográficas supervisan, licencian y participan en los ingresos, en lugar de reaccionar solo mediante demandas. Es un cambio de enfoque que señala hacia dónde se mueve el negocio musical.

Lo que nadie ve: el scraping como cimiento de la IA musical. Durante años, el funcionamiento real de muchos modelos de música generativa estuvo lejos de ser transparente. Algunas startups, como Suno, admitieron haber entrenado sus sistemas con “prácticamente todos los archivos musicales de calidad disponibles en la web”, confiando en que ese uso quedaba protegido por el fair use. Sin embargo, cuando las discográficas comenzaron a examinar ese proceso, el conflicto dejó de ser técnico y pasó a ser legal.

Imágenes | Universal Music | Udio | Unsplash

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Fuente: Xataka
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