Udio cerró frentes con Universal. Acto seguido los creadores se quedaron sin poder descargar sus propias canciones de IA
Las aplicaciones de música generativa han conseguido algo que parecía impensable hace unos años: permitir que cualquiera, con apenas dos indicaciones, pueda producir canciones completas con voces, arreglos y estructuras que pueden llegar a sonar sorprendentemente reales para la mayoría de quienes las escuchan. Esa experiencia, que se presenta como mágica y accesible, tiene una cara mucho menos visible, ligada a cómo se han entrenado esos modelos y a sus implicaciones legales. Muchas de estas plataformas han recurrido a grandes volúmenes de contenido disponible en la web , a menudo protegido por derechos de autor, para construir sus sistemas. El usuario disfruta del resultado, crea y comparte, hasta que un cambio legal, un acuerdo o una demanda transforma la herramienta y la experiencia deja de ser la misma. Hasta hace apenas unas semanas, Udio era uno de los servicios que mejor representaba esa promesa de creatividad instantánea. Había conseguido atraer tanto a curiosos como a músi...