He vuelto a Pokemon GO dos años después, y ahora es cuando realmente merece la pena jugarlo

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No entraba en mis planes volver a ‘Pokémon GO’, como tampoco entraba entre mis predicciones la posibilidad de volver a engancharme a un juego que abandoné poco después de que terminase el mítico verano en el que se lanzó. Puede que para muchos, como era mi caso, el juego de Niantic basado en la franquicia de Nintendo fuese algo del pasado, pero sin embargo es una muestra perfecta de un problema muy actual.

Como tantos otros títulos recientes, ‘Pokémon GO’ llegó al mercado con lo puesto, con lo necesario para causar sensación pero no lo suficiente para mantener a millones de jugadores enganchados. Superada la novedad, muchos de los usuarios que consiguió arrastrar en sus primeras semanas, abandonaron la aplicación para siempre por falta de contenido.

Un éxito con fecha de caducidad

‘Pokémon GO’ era una excelente idea. Tiraba de nostalgia para conseguir entrar por los ojos, pero lo que ofrecía a nivel jugable también estaba a la altura. Ver a grandes y pequeños pasear con los ojos pegados al móvil se convirtió en algo bastante habitual y, cuando veías a un grupo de chavales corriendo de aquí para allá, sabías que era porque alguien había puesto un cebo en alguna Pokeparada o algo por el estilo.

Lo de unir un juego con sacar a la gente a la calle en busca de bichos a los que cazar era algo genial, pero una vez habías conseguido todos los Pokémon que había en tus aledaños, lo de salir a la calle con el teléfono en la mano dejó de parecer importante. Lo que antes era sorpresa no tardó en convertirse en aburrimiento y, o dedicabas parte de tu tiempo al juego de una forma especial (visitando otros lugares o aprovechando el pique de los gimnasios, con el correspondiente trabajo de mejorar a tus bichos), o el progreso se convertía en algo bastante tedioso.

Desde que dejé el juego aparcado por una mezcla de agotamiento y problemas de conexión, no había vuelto a tocarlo hasta hace algo más de una semana. Estaba un poco al tanto de las mejoras que había ido recibiendo con el paso de los meses, por ejemplo que se habían introducido Pokémon de otras regiones y que incluso los legendarios habían llegado al juego, pero poco más.

Sumar más animalejos a una colección que ya me parecía inabarcable hace casi dos años no me parecía un caramelo especialmente apetecible, pero quería comprobar si el paso del tiempo había sido capaz de corregir los problemas con los que me había cruzado. Si ‘Pokémon GO’ era un juego con más razones para engancharme y, por encima de eso, si contaba con suficiente combustible para mantener ese atractivo durante más tiempo.

Por fin es el juego que debía haber sido

No es que haya sufrido un cambio radical desde aquél verano de 2016, pero sí hay más razones para quedarte en él superado el tirón de la novedad inicial. En lo que a capturas se refiere, lo más acertado es el hecho de conseguir distintos Pokémon dependiendo del tiempo que haya en la zona, lo que modifica el número de bichos que puedes encontrar dependiendo de si llueve, está nublado o hace solazo.

Eso soluciona el problema de cruzarte siempre con los mismos Pokémon en la zona en la que vives, pero no en su totalidad. Para subir un poco más el listón están los eventos, que durante espacios de tiempo concreto te ofrecen más posibilidades de cruzarte con ciertos tipos de Pokémon más raros.

La gran baza, sin embargo, está en las misiones diarias. La idea es que tienes una línea de investigación en la que debes ir completando un reto al día durante una semana. Estos van desde cazar a X tipo de Pokémon hasta realizar lanzamientos perfectos al atraparlos. Al superar cada reto ganas premios y, al llegar al séptimo, se te entregan objetos especiales y aparece un Pokémon raro para que lo captures.

No sólo eso, junto a las investigaciones normales se añade una especial, una suerte de modo campaña con distintos retos, recompensas y algunas líneas de texto para darle un poco de empaque al tema que trata. El que he podido jugar versa sobre ayudar al profesor a encontrar un Pokémon que nadie ha visto, lo que supone la aparición de Mew una vez has superado los ocho grupos de desafíos que propone.

Buenas razones para volver

En el lado más competitivo siguen los gimnasios, que ahora requieren cierta atención por parte de sus dueños para no perder la posesión. Ya no basta con colocar un bicho con un nivel altísimo defendiéndolo, debes cuidarlo y motivarlo para que no vaya perdiendo fuerza con el tiempo y, si no lo haces, será mucho más fácil derrotarlo y ocupar esa posición.

Junto a los gimnasios normales están las incursiones, batallas cooperativas que toman el control de un gimnasio durante un margen de tiempo para mostrar a bichos muy fuertes a los que hay que derrotar. Si lo consigues, tendrás acceso a poder hacerte con ellos. El pique por conseguir monstruos especiales te invita a jugar de otra forma, no limitarte a cazar o pasar de los Pokémon que ya tienes, sino entregarte a la tarea de mejorar a tu equipo todo lo posible para conseguir los bichos que faltan en tu colección.

Con todo sobre la mesa, y a falta de que en algún momento acabe llegando el intercambio de Pokémon y las batallas contra otros jugadores, creo que a ‘Pokémon GO’ le hubiese ido mucho mejor de haberse lanzado al mercado tal y como está ahora. Los cambios son mínimos, sí, pero habrían sido más que suficientes para mantener un grueso de jugadores mucho más amplio.

Me ha sorprendido seguir viendo cebos en Pokeparadas, lo que evidencia que el juego, aunque en menor medida, sigue muy vivo. Pero ahora, sin embargo, lo que antes era un orgullo al ver a gente de todas las edades cazando Pokémon por la calle, se ha vuelto una situación peculiar. Cuestión de modas que me resbalan bastante, claro, pero inevitable no sentir que algunas personas te miran raro cuando vas caminando por la calle mientras cazas Pokémon. Imagino que más de uno pensaría: “¿qué narices hace este jugando a ‘Pokémon GO’ casi dos años después?” De habérmelo preguntado abiertamente le habría contestado que, aunque parezca mentira, es ahora cuando realmente merece la pena jugarlo.

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Fuente: Vidaextra
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