Europa quiere blindarse contra Huawei, pero el sector energético sabe algo incómodo: no puede avanzar sin ella

Europa habla cada vez más alto de soberanía tecnológica, de proveedores de riesgo y de la necesidad de blindar sus redes. Bruselas, Washington y varios socios europeos miran a Huawei con recelo. Sin embargo, en las tripas de la transición energética —en los inverters, baterías conectadas y sistemas de gestión que mantienen estable la red— el nombre de Huawei aparece una y otra vez. Y esa dependencia es tan profunda que nadie en Bruselas quiere decirlo demasiado alto.
El caso español lo detonó todo. Todo empezó con un contrato de 12,3 millones de euros para que Huawei aportase el hardware de almacenamiento de las escuchas judiciales de Interior. Lo que podría haberse quedado en un expediente técnico se convirtió en un terremoto político tras la advertencia formal de Bruselas, que según elDiario.es recordaba que Huawei y ZTE "presentan riesgos más altos que otros proveedores".
El segundo golpe llegó desde Estados Unidos. Como detalla el Financial Times, los presidentes de los comités de inteligencia de la Cámara de Representantes y del Senado pidieron revisar el intercambio de información con España por este contrato. Una señal diplomática poco habitual entre aliados. El Gobierno español defendió que "no existe riesgo de seguridad" y que los equipos cumplen el Esquema Nacional de Seguridad. Huawei, por su parte, insistió en que no tiene acceso a los datos y que el almacenamiento es "exclusivamente del cliente".
Europa descubre su talón tecnológico. Según un análisis del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR por sus siglas en inglés), Europa ha entregado más de 220 GW de capacidad solar a inverters fabricados por empresas chinas, con Huawei como actor dominante. De hecho, desde POLITICO lo reafirman con el dato de que el 65% de la potencia solar instalada en Europa depende de tecnología china, y que Huawei es el mayor proveedor de inverters del continente.
La preocupación ya no es solo económica: es estructural. Los inverters son el cerebro digital de la transición energética: regulan voltajes, estabilizan frecuencia, procesan datos, reciben actualizaciones de firmware y pueden apagarse —o verse alterados— a distancia. Según expertos citados por POLITICO, manipular simultáneamente miles de estos dispositivos podría generar perturbaciones graves en la red eléctrica. Investigadores consultados por el ECFR advierten que, si son comprometidos, estos equipos podrían "optimizar el impacto" de fallos y amplificarlos dentro de la red.
A esto se suma un detalle que destaca el análisis europeo: China mantiene su mercado prácticamente cerrado a los inverters occidentales gracias a un entramado de normas de ciberseguridad que funcionan como barrera comercial. Europa, en cambio, abrió completamente el suyo. Y esa asimetría ha contribuido a la pérdida de cuota de la industria europea frente a fabricantes chinos.
El coste real de intentar cortar el cordón. Esta dependencia sería manejable si Europa pudiera reemplazar fácilmente la tecnología china. Pero la realidad es distinta.
- Según Xataka Móvil, sustituir equipamiento de Huawei en las redes españolas costaría 4.000 millones de euros solo a las telecos.
- En Alemania, según Artículo14, retirar componentes de Huawei supondría 1.000 millones para Deutsche Telekom y 700 millones para Telefónica.
- El Periódico de la Energía recoge estimaciones internas del sector que hablan de sobrecostes del 20% al 40% en redes móviles, smart grids e infraestructura energética conectada si se excluye a proveedores chinos.
Y luego están las consecuencias geoeconómicas. Europa conoce bien los riesgos de las represalias: cuando Suecia vetó a Huawei en 2020, China contraatacó en su mercado doméstico. Ericsson pasó de tener casi un 11% de cuota a menos del 2%. Por lo que con Pekín dominando sectores clave como paneles solares, materiales críticos o baterías, pocos gobiernos están dispuestos a repetir ese escenario.
¿Cómo se puede salir de este lío? Europa ha escrito una hoja de ruta para un problema que no tiene hoja de ruta y por eso la Comisión Europea está moviendo ficha en varias direcciones simultáneas:
- Convertir la 5G Toolbox en legislación vinculante. Según Bloomberg, sería el mayor movimiento regulatorio europeo en esta década: pasar de una recomendación a una obligación legal para retirar a Huawei y ZTE de redes críticas.
- Extender la lógica del 5G a toda la infraestructura conectada. Como avanzó POLITICO, Bruselas prepara una nueva "toolbox" para cadenas de suministro TIC que incluirá energía solar, smart grids, coches conectados y cámaras inteligentes.
- Condicionar fondos europeos. Bruselas estudia negar financiación a proyectos que usen proveedores "de alto riesgo", e imponer auditorías obligatorias de firmware, nube y actualizaciones.
- Blindaje normativo multipilar. Según El Periódico de la Energía, el tándem NIS2 + Data Act + Network Code + Cyber Resilience Act dejará poco margen a empresas sujetas a leyes de inteligencia extranjeras.
- Vetos parciales de Estados miembros: Lituania prohibió acceso remoto de fabricantes chinos a instalaciones de más de 100 kW, República Checa ha emitido alertas sobre componentes chinos en redes energéticas y Alemania lleva un par de años analizando el equipamiento Huawei instalado en su infraestructura.
El mensaje es claro: Europa quiere blindarse. Lo que no está claro es cómo hacerlo sin frenar su transición energética.
Huawei avanza mientras Europa debate cómo expulsarla. Mientras Bruselas diseña barreras, Huawei no está en retirada. Está en pleno regreso y como ha explicado mi compañero en Xataka:
- Ha vuelto a fabricar chips Kirin de 7 nm sin acceder a TSMC.
- HarmonyOS supera ya a iOS en China y prepara expansión a 60 países.
- Su división automotriz se ha convertido en el "cerebro digital" de varios fabricantes chinos.
- Relojes, auriculares y wearables mantienen la marca viva en Europa, cultivando una base leal.
Cuanto más autónoma sea Huawei, más difícil será para la UE limitar su presencia.
El dilema que marcará la próxima década europea. La Comisión busca nuevas normas, calibra sanciones y repite que se trata de "seguridad estratégica". La realidad es que Washington está apretando y Pekín no se achanta, pero las capitales europeas intentan navegar entre dos gigantes que no aceptan medias tintas.
La realidad es que las entrañas energéticas del continente —esas redes que deberán alimentar millones de coches eléctricos, absorber gigavatios de renovables y sostener una economía digitalizada hasta el último contador— siguen dependiendo y está construida por hardware y software chinos. Y mientras el continente no levante una industria propia capaz de reemplazarlo, esa dependencia continuará siendo su grieta más profunda.
Xataka | Huawei va a volver. Y no todo el mundo está preparado para lo que viene
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La noticia Europa quiere blindarse contra Huawei, pero el sector energético sabe algo incómodo: no puede avanzar sin ella fue publicada originalmente en Xataka por Alba Otero .
Fuente: Xataka
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