Ayer no entendía el éxito de PlayerUnknown's Battlegrounds. Hoy soy un gran defensor

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Ayer nos juntamos varios editores de VidaExtra para jugar a ‘PlayerUnknown's Battlegrounds’ en directo y se repitieron varias frases durante la partida. Las primeras ya las había aventurado mucho antes de que el juego estuviese disponible en Xbox One. Yo, que ya había probado el juego en PC, esperaba la risotada que seguiría al momento en el que a mis compañeros se les cayesen las gónadas al suelo al ver lo que habían comprado.

Algunas de esas frases se podrían resumir en un gran grupo en el que entrarían las palabras “desastre”, “PlayStation 2”, “texturas” y “lagazo”, todas tan ciertas y previsibles como que mañana saldrá el Sol. Pero de entre todas las frases que se repitieron durante la emisión, hubo una que me marcó especialmente por la sorpresa que supuso. Después de pagar 30 euros y jugar poco más de una hora varios de nosotros dijimos en más de una ocasión:este juego ya está amortizado”.

Aunque lo había probado en solitario, había visto algún que otro streaming y entendía perfectamente sus mecánicas hasta el punto de ganar una partida, ayer no entendía el éxito de ‘PUBG’. Pero hoy lo defendería a capa y espada porque me parece una genialidad. Si es obra de la suerte o de una de las mejores mentes del mundo del diseño se me escapa, pero hay siete pilares básicos sobre el juego que me han llevado a esa decisión.

Completamente accesible

‘PUBG’ es tan simple como fácil de explicar. Te sueltan en una isla donde hay otros 99 jugadores que quieren acabar contigo. Busca armas e intenta evitarlo. Recargas, te agachas, te levantas, coges un coche, te mueves de aquí para allí y disparas. No tiene más y cualquiera que haya jugado a un juego de acción sabe por dónde cogerlo.

A partir de ahí explora la profundidad que mejor se adapte a tu estilo, ya sea centrarte en encontrar las mejores armas y accesorios, yendo como un loco en busca de víctimas o comprobando si tu compañero puede saltarte por encima si te acercas a toda velocidad con una moto. Cualquiera puede jugarlo, y está a su entera disposición el cómo lo disfruta.

Un magnífico generador de tensión

Aunque es algo que se palpa a grandes rasgos en solitario (probablemente porque no estarás intentando atropellar a tu compañero), la tensión que generan las partidas es brutal desde el minuto uno.

Te lanzas en paracaídas y estás viendo cómo esa zona que creías aislada, de repente se empieza a llenar de gente. ¿Voy a por ellos? ¿Me escondo? ¿Me van a matar o me voy a hinchar? Da igual si acabas de aterrizar o estás a punto de terminar, el juego genera una tensión constante que se vuelve adictiva y te invita constantemente a dar lo máximo para sobrevivir.

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Mecánicas sólidas (y mucho por mejorar)

A ‘PUBG’ le hace falta no una, varias capas de chapa y pintura, hasta que sea un juego con cara y ojos que no provoque querer arrancarte estos últimos durante tus primeros minutos con él. No lo digo yo, es más que evidente que está a años luz de estar a la altura de las máquinas actuales, pero más allá de las excusas del acceso anticipado y lo aparentemente fácil que tiene impulsar su apartado visual y técnico, lo que ofrece es sólido.

Explorar distintas zonas del mapa en busca de mejoras en casas genéricas resulta adictivo, morir no resulta frustrante y matar supone todo un logro aunque sea en una partida recién empezada y a puñetazo limpio. Lo que hace lo hace realmente bien, y en ningún momento tienes la necesidad de pedirle más.

Sin progresión. Por diversión

Si juegas a ‘PUBG’ no vas a hacerlo con ninguna intención más allá de divertirte. Ni vas a desbloquear armas, ni vas a subir de nivel, ni vas a pavonearte con estadísticas, ni a picarte con otro jugador. Has ganado o te han matado. Pasa página. Como mucho, puedes invertir las monedas ganadas en cofres con objetos cosméticos que no te van a servir de nada.

A ‘PUBG’ no vas para ser el mejor o a acabarte el juego, vas a pasar el rato con un espíritu más o menos competitivo. Lo que te llevas de él no va más allá de la experiencia de tu partida. Puede parecer absurdo en una época en la que, ya sea por avanzar hasta que no puedas más o con afán coleccionista, todo gira entorno a desbloquear cosas virtuales, pero gracias a ello el juego deja a un lado la ansiedad y la necesidad de ganar y conseguir puntos en favor de una experiencia más sana y relajada.

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Totalmente impredecible

Cuando empiezo una partida a un multijugador como ‘Call of Duty’, sé a ciencia cierta que por muy bien que esté jugando, en algún momento voy a palmar. Es cuestión de estadística. Me ha pasado cientos de veces y volverá a pasar, giraré una esquina y alguien me cogerá por la espalda o será más rápido que yo al disparar.

En ‘PUBG’ sabes cómo empiezas una partida, pero nunca cómo acabará. ¿Morirás por sorpresa al entrar en una casa? ¿Te zafarás de tu perseguidor para devolverle la tensión? ¿Acabarás entre los primeros puestos habiendo matado a un montón de jugadores o lo harás cenando pollo habiendo acabado con sólo un jugador? En ese enorme abanico de posibilidades que puede cambiar radicalmente un partida de otra, es donde reside que nunca te importe jugar otra más.

Pequeñas historias que se vuelven espectáculo

‘PUBG’ le debe muchísimo al éxito que ha tenido el juego en los streamings, y ahí se unen gran parte de los puntos anteriores. Desde que el jugador salta del avión no sabes qué historia le deparan sus decisiones y cómo cada una de ellas afectará a su desenlace.

Cada partida es una pequeña historia en la que un superviviente que se está jugando el cuello tiene un crecimiento (fase de loot), un cénit (cuando cree que tiene posibilidades de ganar) y un desenlace (la muerte o victoria), y al estar este en desventaja, consigue crear un vínculo con el que actúa como espectador. Si juego con amigos y me matan, bien podría salir al vestíbulo y esperarle allí, pero verle jugar y no saber qué le va a ocurrir, emocionarme con lo que consigue o falla, resulta mucho más interesante

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Y por encima de todo, divertido

Nada de eso funcionaría sin esto último. Lo comentaba Jarkendia hace unas horas y me veo en la necesidad de ratificarlo. Hacía mucho tiempo que no me reía tantísimo con un juego. El directo de ayer fue un auténtico despiporre y, lejos de parecer algo casual, apunta a ser una máxima que va a mantenerse cuando nos volvamos a juntar para jugarlo.

Podría ser cuestión de suerte y las situaciones vividas en ‘PUBG’ podrían vivirse en cualquier otro multijugador cooperativo, pero las locuras que se vivieron ahí son comparables a cuando, risas a un lado, me he tomado el juego en serio y he intentado llegar hasta lo más alto de la tabla en solitario. He cenado pollo y me lo he pasado genial, pero he muerto antes de que el mapa se vaciase a la mitad y he sentido lo mismo. Visto lo visto, puede que el logro sea más de ‘PUBG’ que de la casualidad.

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Fuente: Vidaextra
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