Todo lo que 'Matrix' copió de 'Los Invisibles', el cómic de Grant Morrison

Todo lo que 'Matrix' copió de 'Los Invisibles', el cómic de Grant Morrison

‘Matrix’ marcó a toda una generación. Y no es para menos. Su estética, sus ideas y sus personajes lo tienen todo para ser un revulsivo, incluso a día de hoy. Si a eso se le suma un guión calculado al milímetro y una dirección portentosa, es lógico que incluso el más escéptico tuviera que aceptar que ahí había algo más que disparos y postureo contracultural.

Pero eso no significa que fuera algo nuevo. Las Wachowski bebieron de muchas fuentes que ya estaban allí, modelando una imagen del mundo que luego ellas adaptarían de un modo muy particular. Algo que, sin duda alguna, las ayudó a la hora de conseguir la aceptación del público. Y de entre todas esas otras fuentes, una de las que tuvo mayor peso y de las que menos se habla, fue ‘Los Invisibles’ de Grant Morrison.

‘Los Invisibles’ fue un cómic publicado por el sello Vertigo entre septiembre de 1994 y junio del 2000, escrito y concebido por el guionista Grant Morrison con la intención de crear un hipersígilo, una suerte de ritual mágico a gran escala, con el cual cambiar la realidad. Es decir, para Morrison, ‘Los Invisibles’ no es sólo un cómic, sino un modo de cambiar el mundo. Un acto con el cual, a través de la ficción, quería influir en el devenir de la realidad.

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Esto hay que entenderlo en contexto. Incluso si eso no lo hace menos demencial. Grant Morrison, además de guionista, es un mago del caos que está convencido de que pueden conseguirse cambios en la realidad a través de sígilos, es decir, representaciones simbólicas del resultado que desea obtener. A eso nos referimos con que ‘Los Invisibles’ es un gran ritual mágico. Que, al hacer visibles los mecanismos de la conspiración en la que vivimos, Morrison pretendía hacer consciente a la humanidad de los grilletes que la amarran.

De magos y artistas

Si decidimos tomárnoslo por el lado más escéptico y mortalmente aburrido, obviamente, aquí no hay magia ninguna. O no más allá de toda magia inherente al arte: la ficción es capaz de transmitir de forma más eficaz que la no-ficción ciertos aspectos de la realidad que se nos muestran difíciles de apreciar. Pero esa era la intencionalidad de Morrison. Crear un artefacto, sea mágico o artístico o ambas a la vez, si es que acaso existe diferencia alguna entre ambos conceptos, capaz de hacernos ver la realidad tal cual es. Romper con la celosía de nuestras convicciones y mostrarnos la conspiración diaria en la que vivimos.

Ahora bien, ¿cuál es esa conspiración que da forma a la historia de ‘Los Invisibles’ y que nos ha de revelar el horror diario en el que vivimos? Resumiendo mucho un convulso desarrollo de cincuenta y nueve números, es la historia de un grupo de anarquistas que están en lucha contra una masiva conspiración alienígena que pretende convertir a los seres humanos en conformistas descerebrados que no se planteen jamás ninguna decisión más importante que si prefieren Pepsi o Coca-Cola con la intención de tomar control de la tierra y todo cuanto habita en ella. Entre medio, tenemos cacerías de vagabundos, lobotomizaciones vía realidad virtual y drogas que permiten a viejos blancos ricos ocupar los cuerpos de jóvenes hombres negros para realizar toda clase de atrocidades. Lo cual hace que, de repente, la excelente 'Get Out' de Jordan Peele no resulte tan original como pensábamos.

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También es difícil negar que, dicho así, el parecido entre ‘Matrix’ y ‘Los Invisibles’ puede parecer inexistente. Si añadimos que toda la historia de ‘Los Invisibles’ parte de que nuestro grupo protagonista consigue «despertar» a un joven chico rebelde, Jack Frost, que tiene el potencial para ser el próximo líder de la revolución por venir por convicción del líder del grupo, King Mob, entonces el parecido resulta más evidente. Pero si cambiamos alienígenas por robots y magos anarquistas por hackers, tenemos en esencia la misma premisa: un grupo de personajes pertenecientes a una contracultura específica luchan contra una conspiración masiva imposible de exponer.

Así y con todo, podría decirse que esto no son más que parecidos superficiales. Ciertos dejes comunes. Pero es que, a nada que ahondemos, los parecidos incuestionables florecen rápidamente.

Parecidos y discordias en la subcultura

Quizás lo más llamativo sea el parecido que existe en la relación entre los personajes que conforman la primera relación conocida en ambas obras: las similitudes entre Jack Frost y King Mob, y Neo y Morfeo. Siendo en ambos casos una relación de pupilo y maestro, siendo abandonados los primeros tras serles reveladas sólo una parte de la verdad para que la descubran (y decidan que hacer sabiéndola) por sí mismos, siendo conducidos ante un oráculo para que lean su destino y revelándose como la apuesta personal de sus maestros, resulta difícil cuestionar los paralelismos que existen entre ambas relaciones. Incluso en como Jack Frost se llama así por lo mismo que Neo no se llama con el nombre con el cual nació: porque su maestro, ya sea King Mob antes de transmutar en Morfeo, le da a entender que un invisible no puede usar el nombre por el cual se identificaba antes de conocer la realidad, ya que ya no es la misma persona.

Toda la historia de ‘Los Invisibles’ parte de que nuestro grupo protagonista consigue «despertar» a un joven chico rebelde, Jack Frost, que tiene el potencial para ser el próximo líder de la revolución por venir por convicción del líder del grupo, King Mob

Pero ni siquiera ahí acaban las similitudes. En ambas obras encontramos personajes capaces de romper los límites biológicos del ser humano, los viajes a través de diferentes dimensiones vía tecnología son la norma y, claro, las hostias como panes vía kung-fu son el mejor método de derrotar a tus enemigos. Si a eso sumamos que en ambas obras siguen la moda fetish para los revolucionarios y un clásico traje de tres piezas para los reaccionarios, o que el Agente Smith fusila descaradamente el concepto de la humanidad como virus que uno de los invisibles le dedica al joven nuevo recluta antes de convertirse en Jack Frost, es difícil negar todos los paralelismos existentes entre ambas obras. Especialmente cuando el cómic empezó a publicarse cinco años antes de que se estrenara la película.

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Eso no ha impedido que haya ciertas contradicciones entre la intención y el acto. A fin de cuentas, aunque su intención es que ‘Los Invisibles’ fuera un hipersígilo que cambiara el mundo, los parecidos de ‘Matrix’ con su cómic hizo que Grant Morrison se tomara muy, muy mal la producción de la película. Sin ser citado en los créditos, sin darle ninguna clase de royalties, el autor escocés considero que las hermanas Wachowski le debían ese reconocimiento. Especialmente cuando, según dijo en una entrevista a Suicide Girls, ambas directoras pasaron al staff de la película dos libros para leer como referentes imprescindibles de la misma: 'Cultura y simulacro', de Jean Baudrillard, y ‘Los Invisibles’.

Desencuentros y encuentros de dos obras inmortales

De todos modos, por mucho que sea cierto lo que dice y que un reconocimiento (y su dinero asociado) hubiera sido un bonito gesto dado el éxito masivo de la película, es absurdo afearle a ‘Matrix’ no haber puesto en los créditos a Morrison. No cuando ‘Los Invisibles’ no dejan de ser una influencia. Una de entre todo un marasmo de referencias vagamente disimuladas.

Porque, no nos engañemos, la mayor parte de cosas en que podemos comparar ambas obras no dejan de ser propias de ciertas formas de ficción contemporánea. El héroe, el guía, la conspiración y la estética subcultural podemos encontrarla en decenas de otras películas y cómics de la época. Incluso los aspectos más particulares, como la humanidad y el lenguaje como virus o la realidad como virtualidad, tienen claros referentes anteriores. Es decir, no es que Morrison o las Wachowski inventaran nada. Es que, literalmente, estaban en un contexto en el cual todas esas ideas circulaban libremente. ‘Matrix’ va a hombros de gigantes.

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Por eso resulta fácil rastrear los referentes que tienen en común ‘Los Invisibles’ y ‘Matrix’. Philip K. Dick, Robert Anton Wilson, Terrence McKenna, Jean Baudrillard y William Burroughs, por nombrar sólo los más prominentes, hacen acto de presencia en ambas obras, no siempre del mismo modo, dándoles un terreno de actuación común. De ese modo, comparten una misma corriente estética, narrativa e, incluso, filosófica, que hace que puedan parecer que tienen más similitudes y cercanías de las que en realidad tienen. Es decir, es lógico que Morrison viera en ‘Matrix’ una copia de sus propias ideas, porque, a fin de cuentas, ambas obras se sustentaban de un mismo sustrato común conformado por un contexto cultural muy específico.

Las Wachowski se dirigieron a un público masivo, mientras que Morrison lo hizo a un público más especializado. Ahí es donde reside la única diferencia obvia entre ambas obras, que bien podrían ser hermanas

Además, nada de lo anterior quita para que las similitudes entre ambas obras se agotaran bastante rápido. Como reconoció el propio Morrison, la segunda y la tercera película de la trilogía no podían estar más alejadas de ‘Los Invisibles’. Y si bien sus cosas en común se acabaron ahí, no es menos cierto que ambas obras, influidas por sus referentes, trataban el mismo tema: la lucha existente entre la búsqueda de la libertad y la necesidad inherente de toda sociedad de sentirse segura a través del control de la libertad de sus ciudadanos. Un debate que adelantaría, muy astutamente, lo que ocurriría en toda la política post-11S.

Al final, la diferencia entre ‘Matrix’ y ‘Los Invisibles’ no es su intención, que es la misma, sino su extensión: las Wachowski se dirigieron a un público masivo, mientras que Morrison lo hizo a un público más especializado. Ahí es donde reside la única diferencia obvia entre ambas obras, que bien podrían ser hermanas. Una más sencilla y fácil de entender, extravagante de un modo popular, y otra más compleja y alocada, extrovertida de un modo fascinante y incomprensible. Porque, como decíamos, siempre hemos ido a hombros de gigantes. Pero lo más sorprendente de todo es que, al final, los gigantes siempre hemos sido nosotros.

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Fuente: Xataka
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